Si hay algo que me gusta de volver de un viaje, es poder recordarlo después, a través de mi diario.
El diario de un viaje comienza antes del mismo, con la preparación de la ruta, de las etapas, de los monumentos y lugares que visitaremos. Esto nos ayudará después a llevar la cronología de nuestro diario. Yo suelo llevar una libreta para anotar detalles o anécdotas específicas. Qué comimos o qué nos llamó la atención o por qué nos reímos en un momento dado. En esa misma libreta voy guardando las entradas, recibos o mapas e información de las oficinas de turismo de las ciudades por donde pasamos. Todo esto, irá después en el diario.
Después de más de año y medio sin viajar fuera de Madrid, este año, vacunados y con más ganas que nunca, nos hemos escapado cuatro días por la Costa da Morte y el camino de Santiago en Galicia. Los dos solos, hemos disfrutado de cada etapa de una manera especial. Os lo cuento en mi art journal.
La portada es un tapete de ganchillo que hizo mi madre hace muchos años. Lo he cosido a modo de funda y lleva la vieira de Santiago con su cruz, un recuerdo recogido del Camino. El título, Ultreia, se refiere al saludo que se hacía entre los peregrinos del Camino. Algo así como "sigue adelante". Este saludo jacobeo se tomó del Codex Calixtinus. Actualmente no es tan habitual, y lo que se escucha es "Buen Camino".
Madrugón en la primera jornada, para llegar a comer a Laxe, un pequeño puerto pesquero. Con tanto protocolo Covid en todas partes, había reservado con antelación. Comimos de lujo en una terraza frente a la playa y el puerto y nos dimos un paseo por la playa de los cristales. Una pequeña ensenada en el camino del cementerio con unas vistas espectaculares. La particularidad de la playa es que está formada por pequeños cristales erosionados que la marea ha ido trayendo a lo largo del tiempo desde un antiguo vertedero cercano. La playa está protegida y no se permite llevarse ningún cristal ni piedra por pequeña que sea.
Seguimos la ruta hasta el faro de Laxe, en una ubicación impresionante. Junto al faro, la escultura "La Espera", que retrata la imagen de tantas mujeres e hijos que esperan a que vuelvan sus seres queridos después de meses en el mar. Es una zona peligrosa y en la que ha habido varios naufragios. El mar, no perdona. Detrás de la escultura hay una zona de picnic, con mesas colocadas en forma de castros de piedra para protegerse del viento. Las laderas que bajan hacia las rocas están repletas de brezo, que con ese color morado tan bonito, le dan al paisaje un aire muy escocés.
Como véis, mi diario está siendo muy sencillo, con algunos adornos tipo "cluster" de papel y retales de tela. Con imágenes de servilletas y detalles en cartón, moldes de arcilla y madera. En este tipo de diarios, le doy más importancia al texto porque quiero recordar cada momento que vivimos y detalles que no recordaría con sólo ver las fotos.
Continuamos la ruta del "Camino de los Faros" hacia el cementerio de los ingleses, por un camino de tierra y piedras que recorre la costa pegado al mar. Viendo los bajos en el mar, uno comprende lo peligrosa que es la navegación por esta costa. No extraña la cantidad de naufragios que han visto estas rocas. A finales del S.XIX, tres naufragios marcaron para siempre la historia y el nombre de la Costa da Morte. De los 175 tripulantes del Serpent, sólo tres se salvaron. En los días posteriores al naufragio, el mar fue depositando los cadáveres de los otros 172 hombres, la mayoría muy jóvenes. Los vecinos de la zona ayudaron a darles sepultura y a consagrar el lugar. De ahí el nombre de cementerio de los ingleses, que forma parte de la ruta Europea de los Cementerios. Fue a partir de la tragedia del Serpent y gracias a la presión de los ingleses, que se iniciaron una serie de reformas para mejorar la navegación.
Desde el Cementerio de los Ingleses se divisa cerca el Faro Vilán, imprescindible en la ruta de los Faros. La construcción de este faro fue una de las primeras medidas que se tomaron para mejorar la navegación por esa zona. Se inaugura en 1896 y es el primer faro eléctrico de España.
En las instalaciones del faro hay un pequeño museo con las distintas luminarias que se han utilizado a lo largo del tiempo y el Centro de Interpretación de los Naufragios. La visita y las explicaciones de la guía, muy interesantes.
Después de una jornada agotadora, llegamos al Parador de Muxía, donde nos vamos a alojar un par de noches. Un edificio muy moderno, con un emplazamiento impresionante frente a la playa de Lourido y con vistas a Muxía y más allá, al Faro Vilán. Todas las habitaciones tienen un porche mirando al mar. Las cenas en el Parador, excelentes, a la altura del resto de servicios.
Aún era algo pronto y aprovechamos para acercarnos a Muxía a ver el atardecer desde el faro. Allí se encuentra la escultura "La Herida", que recuerda el desastre del Prestige y la marea negra que llegó a la costa en esta zona. Es una mole de granito partida por la mitad, formando una grieta que simboliza una herida sangrante. Un poco más abajo se encuentra el Santuario de la Virgen de la Barca, quien -dicen- se apareció al Apóstol Santiago en un momento en que estaba desmoralizado por el poco éxito de su camino predicando. La Virgen la consoló, animó y dió por terminada su misión, pidiéndole que volviera a Jerusalem. Dejó los restos de la embarcación en forma de piedras muy peculiares que se encuentran frente al templo.
Emprendimos la siguiente jornada con lluvia y borraxeira y por momentos apenas se veía la carretera. Una carretera estrechísima para llegar a una maravilla natural. La playa salvaje de Rostro, que aparece al salir de un bosque de pinos y eucaliptos. Más de 2 km con dunas rampantes y en la que está prohibido el baño. Ideal para los que hacen surf porque hace mucho viento. Imprescindible la visita.
Y llegamos al Fin del Mundo que decían los romanos. Este año Xacobeo, el faro y el hito del km. 0 del Camino de Santiago estaba abarrotado a pesar de que había niebla y apenas se veía nada. Llegamos al crucero entre miles de peregrinos y decidimos bajar al pueblo a comer en el puerto, junto a la Lonja. Una pena que por culpa del Covid, hayan suspendido las visitas a las subastas de pescado. Probamos el coruxo (una especie de rodaballo salvaje) y nos dimos un paseo por el malecón.
Pasamos por el Castillo de San Carlos y su pequeño museo de la pesca. Curioso la colección de nasas y escandallos antiguos y las barbas y huesos de ballenas. A unos kilómetros de Finisterre, todavía se pueden ver las ruinas de la última ballenera que operó en España. Pasamos por allí por curiosidad, pero el acceso no es bueno y sólo llegamos a verlo desde lejos.
Seguimos por la costa, ya con el cielo despejado, hasta Dumbría y la Cascada de Ézaro. La única cascada de España y de las pocas de Europa que desemboca en el Océano. La caída de unos 80 metros del río Xallas es espectacular y el Ayuntamiento ha hecho un trabajo estupendo para acondicionar el acceso a través de una pasarela con distintos miradores. Se puede bajar hasta los pies de la cascada e incluso navegar en Kayak . En la plaza del pueblo encontramos un pequeño mercado artesano con una palillera y sus bolillos haciendo encajes artesanales de Camariñas. No me pude resistir a comprar un pequeño marcapáginas de encaje para el diario.
Si algo caracteriza a Galicia son sus hórreos, y a pocos kilómetros de Dumbría, nos encontramos uno de los más largos de Galicia, el hórreo de Carnota. 34 metros de largo y 1,90 de ancho, con 22 pares de pies. Espectacular.
Y llegamos al final del Camino de Santiago, a la plaza del Obradoiro un día antes de la Fiesta Grande del 25 de julio. El pórtico de la gloria cerrado por las preparaciones para la celebración, pero al ser año Xacobeo (La Fiesta de Santiago cae en domingo), la puerta Santa estaba abierta. Todo un espectáculo ver la cantidad de peregrinos en la plaza.
De vuelta hacia Madrid y siguiendo el Camino, llegamos a Ponferrada a comer frente al Castillo de los Templarios. De templario le queda poco, pero la restauración inaugurada recientemente ha quedado espectacular. Lo mejor, el Templum Libri, una biblioteca con facsímiles y libros de autor maravillosos, entre ellos un facsímil del Libro de Kells del Trinity College de Dublín. Agradecidos al guia, José Luis del Campo, que nos contó curiosidades y numerosos datos históricos que hicieron la visita muy interesante. La imagen del libro de Kells de mi diario está alterada con cola para darle una textura de pergamino.
Y seguimos bajando hacia Madrid por el Camino hasta Astorga. Su imponente catedral nos recibió a ritmo de pasodobles, ya que la banda municipal ofrecía un concierto en la misma plaza.
El domingo visitamos el Palacio Episcopal de Gaudí, que en sí mismo es una maravilla. De todas las piezas expuestas, me quedo con el miliario, un hito de granito que se colocaba cada mil pasos en los bordes de las calzadas romanas para marcar las distancias en los caminos. Del palacio, me encantó todas las teselas de cerámica esmaltada que recorren las columnas y los arcos. Una preciosidad.
Y hasta aquí el viaje y el diario, que cierro con el texto del Codex Calixtinus, conocido como "Canción de los peregrinos flamencos" o "Canto de Ultreya", himno o canto de los peregrinos a Santiago.
Buen Camino.
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